Construyendo con la naturaleza: ¿qué nos hace falta?

Foto: La Prensa. Por años hemos dejado la iniciativa del desarrollo de proyectos de infraestructura a la empresa privada, con los conocidos descalabros que vemos en nuestras ciudades.

Fuente: La Prensa/Artículo de opinión

La construcción de infraestructuras se asocia con impactos negativos al medio natural; después de todo, resulta inevitable alterar el ambiente para desarrollar estas construcciones. Sin embargo, es posible conservar e incluso incentivar las funciones de los ecosistemas en medio de sistemas construidos por el hombre. Este paradigma se conoce como “cons truyendo con la naturaleza”o“ingeniería con la n at u ra l e z a ” y tuvo sus orígenes en los países del norte de Europa a finales del siglo pasado. El Cuerpo de Ingenieros de Estados Unidos (USACE) lo define
como “la alineación intencional de los procesos naturales y de ingeniería, para brindar beneficios económicos, ambientales y sociales de manera eficiente y sostenible”. Esta filosofía de diseño está íntimamente relacionada con otro concepto complementario: “soluciones basadas en la naturaleza” (SbN). La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN) define las
SbN como acciones para intervenir ambientes, tanto naturales como ya impactados, para satisfacer las necesidades de la sociedad y, al mismo tiempo, beneficiar y proteger la biodiversidad del medio.

Diseñar infraestructuras aplicando ambos conceptos implica utilizar los procesos de la naturaleza como parte de la solución de ingeniería o, en otras palabras, utilizar los servicios de los ecosistemas y a la vez brindar oportunidades adicionales para un mayor desarrollo de la naturaleza. Para lograr esto se debe tener un amplio conocimiento de los ecosistemas en los cuales se asentarán e interactuarán las nuevas infraestructuras.

En el enfoque tradicional de construcción, el diseño suele realizarse dedicándole poca, si alguna, atención al valor natural del área donde se asentará; posteriormente, con una idea aproximada
de la obra (un diseño conceptual), se realiza un estudio de impacto ambiental para mitigar las afectaciones negativas que se hayan identificado. En contraste, el enfoque de construcciones basadas en la naturaleza requiere conocer y entender primero las interacciones del ecosistema, para que la infraestructura pueda preservar e incluso incrementar los servicios que presta el ecosistema y a la vez evitar cruzar el umbral de cambios irreversibles y/o no compensables.

El ecólogo Peter Kareiva, director del Instituto de Ambiente y Sostenibilidad de UCLA y exdirector de The Nature Conservacy, lo define muy bien cuando indica: “…debido a que los tomadores de decisiones e investigadores tienden a enfocarse en los impactos en lugar del
equilibrio ecosistémico, no existe una base teórica para anticipar dónde pueden ocurrir o no impactos irrecuperables. Tampoco existe una teoría que nos diga si un nuevo equilibrio ecológicamente equivalente es o no posible en determinadas condiciones”. (Nat u ra l e z a
domes ticada, Kareiva et al., 2007). Vemos entonces que para poder gestionar de forma sostenible la presencia humana en los espacios naturales, debemos definir primero cómo funcionan los ecosistemas intervenidos, comprender su dinámica y su capacidad para
adaptarse a un nuevo equilibrio ecológicamente equivalente. Es necesario que en cada proyecto, científicos y ecólogos trabajen de la mano de ingenieros para aplicar efectivamente estos conceptos. Solo entonces estaremos en capacidad de administrar el medio natural de manera
sostenible para las personas, en lugar de simplemente tratar de proteger el medio natural de las personas.
Nuestro país está más que necesitado de la aplicación de estos conceptos. Por años hemos dejado la iniciativa del desarrollo de proyectos de infraestructura a la empresa privada, con los conocidos descalabros que vemos en nuestras ciudades: inundaciones, servicios colapsados,
falta de espacio para el peatón, escasas áreas verdes, arborizaciones con especies introducidas y un largo etcétera.
Hace algunos años, Panamá empezó a alinearse con estos modelos en el tema específico del control de inundaciones en el corregimiento de Juan Díaz. Expertos holandeses nos visitaron, se crearon mesas de discusión con la participación de autoridades del gobierno, sociedad civil y gremios de la empresa privada, pero luego hubo un cambio de gobierno y todo acabó.

El país requiere retomar estas iniciativas, hacerlas políticas de Estado e incluso legislar sobre su obligatoriedad. No se trata de ejercer un activismo ambiental romántico; tampoco se trata de un
conservacionismo a ultranza donde ningún árbol deba ser talado ni ningún río deba ser represado. Se trata de tomar decisiones basadas en la mejor ciencia disponible, estableciendo límites y condiciones para las intervenciones en el ecosistema. Esto último, y voluntad política,
es lo que nos hace falta.

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