La inacción: el gran enemigo frente a la mitigación del cambio climático
El cambio climático fue declarado la mayor amenaza para la salud, la seguridad, la biodiversidad, el desarrollo sostenible, los derechos humanos. Las emisiones de gases de efecto invernadero siguen en aumento, por lo que la brecha entre lo que la ciencia nos dice que debemos hacer para evitar una catástrofe y lo que realmente está ocurriendo, se hace cada vez mayor.
Actualmente, la mitad del territorio de la Unión Europea está afectada por una sequía extrema que condujo a incendios de miles de hectáreas de vegetación en Portugal, España, Francia, Turquía, Rumania, y hasta en Alemania e Inglaterra.
Ríos y lagos en Italia se han reducido a menos de la mitad de su volumen normal, suelos agrícolas se encuentran en estado de sequía extrema, y en muchas áreas se están perdiendo cantidades importantes de las cosechas. Carreteras permanecen cerradas porque el asfalto se derrite, trenes no circulan porque lo cables no resisten el calor. Olas de calor en muchas regiones del hemisferio norte han traído nuevas temperaturas récord históricos a numerosos países de Europa, Asia y EE.UU., con temperaturas hasta 47°C en Portugal y 50°C en Pakistán.
Las muertes por exceso de calor no se hicieron esperar: un mínimo de 1.500 entre Portugal y España. En la India y Pakistán se siguen contabilizando las víctimas de la brutal ola de calor de junio. Escasos días después del calor extremo, llegaron las inundaciones a Inglaterra, la India, Bangladesh, Missouri, Kentucky, Rusia, Emirates Árabes Unidos, entre otros. Los bosques de California se volvieron a encender, igual que la taiga de Siberia, en lo que se ha vuelto un triste ritual anual. En Kansas, miles de reses han muerto debido al estrés térmico causado por las extremas temperaturas en el centro del país.
Mientras la comunidad científica nos pide a gritos que despertemos y actuemos y los activistas (algunos también científicos) usan sus cuerpos para causar trastornos al sistema, los gobernantes siguen con la retórica dilatoria de siempre, haciendo referencia a cero neto en 2050.
Un peligro real, y Panamá
El cambio climático fue declarado la mayor amenaza para la salud, la seguridad, la biodiversidad, el desarrollo sostenible, los derechos humanos y el peor fracaso económico. ¿Será que el cambio climático no afecta(rá) a Panamá?
Pues parece ser todo lo contrario: un estudio de 2020 sobre la distribución de las poblaciones humanas con relación a la temperatura promedio anual y a la precipitación, arrojó que bajo el escenario climático más pesimista (al que nos estamos actualmente dirigiendo), para 2070 grandes extensiones de las regiones tropicales estarían experimentando condiciones climáticas tan adversas que se consideran inhabitables, y esto incluye a partes de Panamá, además de la mayor parte tropical de América del Sur y un porcentaje importante de América Central.
Los autores consideran que, a nivel global, 3.000 millones de personas (más de un tercio de la población mundial actual) estarían forzadas a emigrar.
En otras palabras: según este estudio, nuestros hijos y nietos no podrían vivir en gran parte de Panamá. No podrían cultivar alimentos ni criar animales, porque las altas temperaturas en esas zonas no lo permitirían.
En una reciente presentación del Ministerio de Ambiente (MiAmbiente) sobre los escenarios climáticos de Panamá para las próximas décadas, vimos datos preocupantes.
Sin embargo, hay dudas sobre la calidad de los datos y por lo tanto las predicciones de los modelos climáticos.
Mientras científicos gritan sus avisos contra el viento, los gobiernos del mundo, pero particularmente aquellos del norte global, firman nuevos permisos y acuerdos de extracción de combustibles fósiles en sus países y en el sur global. Son más de 195 proyectos nuevos que serán explotados, y crearán por lo menos 100 billones de toneladas adicionales de CO2, o lo equivalente a 10 años de contaminación por CO2 por China.
Las emisiones de gases de efecto invernadero siguen en aumento, por lo que la brecha entre lo que la ciencia nos dice que debemos hacer para evitar una catástrofe y lo que realmente está ocurriendo, se hace cada vez mayor.
¿El Acuerdo de París?
Esto nos lleva a analizar la meta del acuerdo de París de no sobrepasar 1,5°C de calentamiento promedio global (con respecto a las temperaturas preindustriales) que se ha identificado como el límite que nos permitiría conservar un clima “relativamente más estable y seguro”.
Mientras todos vivimos con la esperanza que nos proporciona aquel acuerdo, la opinión de muchos científicos especialistas parece ser mucho más escéptica.
En una encuesta de la revista Nature a 92 científicos miembros del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC), la mayoría opinó que, para finales del siglo, el calentamiento alcanzaría 3°C o más, condiciones que nos llevarían al escenario descrito anteriormente. Aunque haya todavía una reticencia a mencionar públicamente que el +1,5°C ya no es alcanzable, es una opinión compartida en círculos científicos.
Esto tiene implicaciones enormes, tanto para nuestro futuro como para el presente. El nivel de destrucción sería significativamente mayor con cada fracción adicional de un °C de calentamiento, según informa el IPCC. Al mismo tiempo, aumenta la probabilidad de desencadenar procesos de retroalimentación, que nos llevarían a un cambio abrupto y catastrófico. A la larga lista de los hechos en torno al cambio climático, que suenan como ciencia ficción, se suman los métodos de descarbonización presentados por el IPCC, que se basan en tecnología que todavía no existe y que tiene una ínfima probabilidad de poder desarrollarse a tiempo para mantener o bajar el calentamiento a menos de 2°C.
En otras palabras, para asegurar el futuro de nuestros hijos y nietos, nuestros líderes apuestan por aparatos que todavía no funcionan.
Por otra parte, un reciente estudio arrojó que la industria de los combustibles fósiles viene cobrando un promedio de $2,8 billones por día, durante los últimos 30 años.
Los autores del estudio piensan que este año las ganancias podrían llegar al doble (casi $6 billones /día) debido al alza de los precios del crudo, que en gran medida se debe al control interno de los Estados productores de petróleo, y que ha causado un vertiginoso aumento del costo de la vida a nivel mundial y que ha llevado a conflictos sociales en varios países, incluyendo a Panamá.
De esta manera, la emergencia climática nos llevó alrededor del mundo y nos hizo aterrizar en Panamá, donde (sin darnos cuenta) estamos actualmente viviendo estas crisis.
Estamos luchando por un mejor país, pero olvidamos que todas nuestras necesidades dependen de un planeta en equilibrio – y no lo está.
El gobierno tiene el deber de proteger a la población de las consecuencias del colapso climático y ecológico. Para una emergencia se necesita una respuesta de emergencia. Esta respuesta debe incluir una campaña de educación para poner a la población en conocimiento de la verdadera seriedad de la situación.
Por supuesto, lo más importante son las acciones concretas de mitigación y adaptación: reducir las emisiones por la quema de combustibles fósiles y de las prácticas agropecuarias, además de parar la deforestación.
Al mismo tiempo, buscar los mecanismos para proteger a la población contra los efectos de un clima que rápidamente se volverá más inestable y extremo, y de la subida del nivel del mar que no tardará en quitarnos tierras costeras.
La Dra. Renate Sponer es bióloga y miembro de Scientist Rebellion – YA ES YA.