Manglares, ecosistemas clave contra el cambio climático
La conservación y el manejo adecuado de este recurso ambiental representa una oportunidad única para impulsar las estrategias nacionales de desarrollo bajas en carbono, promoviendo el bienestar de las comunidades y la salud de los ecosistemas
El manglar es un humedal marino costero que sostiene una gran biodiversidad y provee hábitats para especies como peces, crustáceos, moluscos, aves (incluidas las migratorias) y diferentes tipos de plantas, muchas de los cuales son de importancia comercial y sustento de cientos de familias.
Además, los manglares capturan enormes cantidades de emisiones de dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero de la atmósfera, y luego los atrapan y almacenan durante milenios en sus suelos inundados de carbono, haciendo frente de esta manera al cambio climático.
Se trata de un carbono enterrado denominado “carbono azul”, ya que se almacena bajo el agua de ecosistemas costeros como los manglares, las praderas marinas y las marismas.
Pese a que científicos y la comunidad internacional están estudiando su potencial para enfrentar el cambio climático, los beneficios que brindan estos ecosistemas van más allá de la captura de carbono, como la protección de las costas frente a desastres naturales y como fuente de recursos que garantizan los medios de vida de las comunidades locales.
“Los manglares y otros ecosistemas de carbono azul, como los pastos marinos y las marismas, son increíblemente eficientes para almacenar carbono”, dijo Isabelle Vanderbeck, experta internacional en aguas del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Unep).
“Pueden absorber y almacenar hasta 10 veces más carbono que los ecosistemas terrestres, por lo que no hace falta decir que son una parte fundamental de los esfuerzos para mitigar el cambio climático”, añadió la experta en una publicación del sitio oficial de Unep.
El mundo está perdiendo estos ecosistemas a un ritmo alarmante, entre tres y cinco veces más rápido que otros bosques. “Más de un tercio de los manglares del mundo ha desaparecido en los últimos 100 años. Es una tendencia que debe detenerse ahora mismo si queremos que sobrevivan las especies y comunidades que dependen de estos bosques costeros”, reconoció Vanderbeck.
El caso local
En Panamá, por ejemplo; hay alrededor 183.800 hectáreas cubiertas por manglares, de las que 169.458 hectáreas se encuentran en el litoral Pacífico y el restante en el Caribe, lo que representa el 2,44% de la cobertura de vegetación en todo el país.
Actualmente, en Panamá hay zonas cuyas condiciones permiten el desarrollo favorable de estas especies, de las cuales existen ocho tipos de árboles de mangle: salado, botoncillo, rojo, negro, blanco, piñuelo, caballero y marica.
Destacando que Chiriquí es la segunda provincia con mayor extensión de manglares y a la vez más próximos a ecosistemas de arrecifes coralinos en el Pacífico panameño; de ahí la importancia de incrementar los esfuerzos de protección y recuperación para guardar esta interconectividad para muchas especies de flora y fauna.
Entre los servicios ecosistémicos que brindan los manglares destaca la capacidad de proporcionar protección costera, que constituye una barrera natural al reducir la vulnerabilidad de los desastres naturales y que ayudan a mitigar los efectos del cambio climático, por ser sumideros de carbono muy eficaces, detalló Enrique Castillo, director regional de MiAmbiente, durante un ciclo de conferencias sobre los manglares riqueza y biodiversidad.
“El poder de fijación de carbono de los manglares del país es la base para que Panamá sea una de las tres naciones del mundo clasificada como carbono negativo, lo que significa que son las únicas naciones que absorben más gases de efecto invernadero de las que emiten las actividades humanas”, explicó Castillo.
De acuerdo con The Nature Conservancy (TNC), una organización internacional dedicada a la conservación de la biodiversidad y el medio natural, los bosques de manglares también ofrecen a las personas experiencias en la naturaleza, como la observación de aves, la pesca, el buceo de superficie, el kayak, el surf de remo, y la relajación terapéutica que supone disfrutar de un tiempo de paz en la naturaleza.
También proporcionan beneficios económicos a las comunidades al servir de vivero para las poblaciones de peces comerciales.
¿Qué se está haciendo?
Panamá lleva a cabo grandes esfuerzos en la inversión de nuevas herramientas y tecnologías, además de capacitaciones a diferentes profesionales, quienes han podido precisar los datos de cobertura de bosques, incluyendo la cobertura de manglar, para tomar en consideración la información de los territorios insulares como no se había realizado antes.
De acuerdo con el mapa de cobertura boscosa y uso de suelo de 2021, realizado por primera vez en el país, se pudo precisar que la línea de costa de Panamá abarca 6.429 kilómetros, si se considera dicha longitud de las islas tanto del Pacífico como del Caribe, y donde el 44,55% de ellas está cubierta por manglares.
Apoyar la recuperación de estos humedales marino-costeros es un compromiso internacional que tiene la sociedad panameña.
Además de fomentar la conservación de los manglares desde 1989, se ratificó la firma del pacto “por el cual se aprueba la convención relativa a los humedales de importancia internacional, especialmente como hábitat de aves acuáticas” denominado Convención sobre Humedales, que fue firmado en la ciudad iraní de Ramsar en 1971 y hoy alrededor del 90% de los Estados miembros de las Naciones Unidas son signatarios”, mencionó Castillo.
A su vez explicó que con esto se reafirma el compromiso con el lema de este año para “valorar, gestionar, restaurar y amar los humedales”. En este sentido, MiAmbiente busca continuar los esfuerzos por incrementar la superficie cubierta por estos ecosistemas que protegen nuestras costas y disminuyen nuestra vulnerabilidad ante los desastres naturales.
“Es así como se ha estimulado una toma de conciencia en las escuelas y universidades del país. Se requiere que la comunidad panameña valore la riqueza de vida silvestre que se alberga en el manglar y lo sitúe en un lugar de preponderancia entre sus recursos naturales. El Día del Manglar se celebra cada 16 de agosto, sin embargo, todos los días es buen momento para recordarlo”, puntualizó.
También explicó que en el país hay un creciente interés por la investigación de otros ecosistemas considerados de carbono azul, más allá de los manglares.
Ana Domínguez, analista de cambio climático de MiAmbiente, expresó que se prevé la cuantificación de los flujos de carbono azul dentro de los inventarios nacionales de gases de efecto invernadero (GEI), como parte también de los compromisos que incluyen la primera contribución determinada a nivel nacional (CDN1) actualizada de Panamá, para cumplir el Acuerdo de París.
Esto, además de fomentar la investigación y el fortalecimiento de capacidades para mejorar el entendimiento sobre las dinámicas ecosistémicas de estas zonas y su rol en la mitigación y adaptación de cambio climático, permitiría acceder a nuevas oportunidades de financiamiento para contribuir a su restauración, conservación, y generación de beneficios socioeconómicos y ecosistémicos, de acuerdo con los expertos.