Agricultura climáticamente inteligente como base alimentaria de 2050
Fuente: La Estrella de Panamá
La plataforma digital de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) señala que, el número de personas que padecen hambre, utilizando la desnutrición para medir el avance, está aumentando desde el año 2015, por lo que se estima que, cerca de 690 millones de personas en el mundo se encuentran en esta condición; una cifra que representa cerca del 9% de la población mundial.
Por ende, se estima un aumento de 10 millones de personas que padezcan hambre en un año y de 60 millones en cinco.
La ONU indica que aproximadamente 135 millones de personas padecen hambre severa por una carencia de alimentos que surge de los conflictos causados por los seres humanos, el cambio climático y las recesiones económicas.
El hambre severa se ha incrementado a nivel global durante la pandemia, adicionando 130 millones de personas más en riesgo de padecerla,
Estos escenarios moldearon las metas del Objetivo de Desarrollo Sostenible No. 2, Hambre Cero, siendo entre otras, poner fin al hambre y asegurar el acceso de todas las personas, en particular los pobres y las personas en situaciones vulnerables; poner fin a todas las formas de malnutrición; duplicar la productividad agrícola y los ingresos de los productores de alimentos en pequeña escala, en particular las mujeres, los pueblos indígenas, los agricultores familiares, los pastores y los pescadores, entre otras cosas: mediante un acceso seguro y equitativo a las tierras, a otros recursos de producción e insumos, a conocimientos, servicios financieros, mercados y oportunidades para la generación de valor añadido y empleos no agrícolas, y asegurar la sostenibilidad de los sistemas de producción de alimentos, además de aplicar prácticas agrícolas resilientes.
Todo lo anterior con el fin de aumentar la productividad y la producción, contribuir al mantenimiento de los ecosistemas, fortalecer la capacidad de adaptación al cambio climático, los fenómenos meteorológicos extremos, las sequías, las inundaciones y otros desastres, y mejorar progresivamente la calidad del suelo y la tierra.
Alcanzar las metas del ODS No. 2 requiere según el Banco Mundial (BM), “un sistema alimentario que provea alimentos para todas las personas, todos los días, en todas partes”, dado que, “un sistema alimentario que funcione para todos puede crear puestos de trabajo y aumentar los ingresos de los pequeños agricultores y los residentes rurales que son el 78 % de los pobres en el mundo”.
Basado en su experiencia técnica y financiera, el vicepresidente de Desarrollo Sostenible del Banco Mundial, Juergen Voegele, considera que, el crecimiento que se origina en la agricultura ha demostrado ser entre dos a cuatro veces más eficaz para reducir la pobreza que el crecimiento que se genera en otros sectores, y de igual manera, acota que, un sistema alimentario eficaz proporciona una mejor nutrición, lidera la gestión de los recursos naturales del mundo, e incluso es parte de la solución al cambio climático.
Es así, como posibilitar que la agricultura sea más inteligente en relación con el clima, es ampliamente necesaria.
Un nuevo enfoque de gestión
El Banco Mundial detalla que la agricultura inteligente con respecto al clima es un enfoque integrado para la gestión de los paisajes, las tierras de cultivo, la ganadería, los bosques y la pesca, que aborda dos desafíos interrelacionados de la seguridad alimentaria y el cambio climático, procurando producir tres efectos directos en forma simultánea:
1. Una mayor productividad con más alimentos para mejorar la seguridad alimentaria y nutricional, elevando los ingresos del 75 % de las personas en situación de pobreza a nivel global, puesto que, un porcentaje de ellos dependen de la agricultura para su subsistencia.
2. Una mayor resiliencia, reduciendo la vulnerabilidad a las sequías, las plagas, las enfermedades y otras perturbaciones, y aumentar la capacidad de adaptación y de cultivo frente a factores de tensión a más largo plazo, como temporadas de cultivo más cortas y patrones meteorológicos irregulares.
3. Una menor producción de emisiones por cada caloría o kilo de alimentos producido, y evitar la deforestación a causa de la agricultura encontrando técnicas de extracción del carbono de la atmósfera.
4. Con la agricultura climáticamente inteligente es posible acelerar las inversiones y la implementación de estrategias de agricultura obteniendo una mayor productividad.
¿Cómo será el agricultor del año 2050?
En 2011, en la Universidad de Concepción en Chillán, Chile, la Facultad de Ingeniería Agrícola, dictaba la asignatura Agricultura de Precisión dentro del plan de doctorado en Ingeniería Agrícola, con mención en Recursos Hídricos en la agricultura. Allí se realizaban prácticas de futuro robótico, híbrido y eléctrico que, en ese entonces, se vislumbraba, sería necesario como conocimiento básico en la agricultura de precisión, que como indica la palabra, es un tipo de agricultura que requiere y exige que el agricultor para optimar sus recursos y producir más con menos, sea más preciso en la toma de decisiones en el campo, al acompañarse de sistemas digitales que se lo permitan.
Esta precisión requiere que el agricultor cuente con un sistema automatizado y autónomo para la obtener una cosecha perfecta, máquinas inteligentes que midan la capacidad de campo y el estrés hídrico en las plantas, al igual que sistemas de riego por goteo que les permitan optimizar cada gota en las raíces de los cultivos. Al implementar un sistema inteligente, el agricultor logrará contar con una base de apoyo científica para las más de 150 decisiones que toma por cultivo y tipo de suelo durante el período de crecimiento de estos.
Así el agricultor del futuro será un experto en conocimiento y experiencia agrícola, con un amplio dominio de la tecnología de la agricultura de precisión que es al mismo tiempo, proveedora de servicios ecosistémicos.
Desafíos y oportunidades
Martien Van Nieuwkoop, director mundial del Departamento de Prácticas Mundiales de Alimentación y Agricultura del BM, hace énfasis en que, “la agricultura y el cambio en el uso de la tierra figuran entre los principales factores que contribuyen a la deforestación, la pérdida de biodiversidad y el cambio climático”, y por ello, formula estas preguntas: ¿de qué manera pueden los agricultores adoptar prácticas de trabajo más sostenibles que no solo protejan sino que también restablezcan los recursos naturales? y ¿cuál es la combinación más adecuada de incentivos normativos, señales del mercado, regulaciones e inversión pública para respaldar esta transición urgente?
Al final, su respuesta es orientadora y complementa lo descrito en esta nota, al indicar que, “las prácticas sostenibles a largo plazo, y que benefician al planeta deben también ser rentables desde la perspectiva del negocio antes de que los agricultores puedan comprometerse a adoptarlas”.
La agricultura climáticamente inteligente es la base alimentaria de 2050 porque forma parte de la solución que permitirá lograr una economía con bajas emisiones de gases de efecto invernadero, regulará la pérdida de bosques y los cambios del uso de la tierra a nivel global, mitigará los efectos de la pandemia sobre el sector agroalimentario, lo que ayudará a garantizar que las cadenas de suministro alimentario se mantengan en funcionamiento con el fin de mitigar el riesgo de grandes perturbaciones que puedan afectar de manera considerable a todo el mundo, en especial a las personas pobres y más vulnerables. “Los sistemas alimentarios deben someterse a una gran transformación para generar resultados más sostenibles”.
La autora es investigadora científica en recursos hídricos e ingeniera civil. También es doctora en ingeniería agrícola con mención en recursos hídricos en la agricultura (Chile).