Los incendios y sus efectos en el suelo

Foto: Ilustrativa

Por: Yolanda Sánchez

Ante la amenaza latente del cambio climático debido mayormente a acciones del hombre, hay un destructor implacable de la naturaleza y por ende de los suelos, empobreciéndolos.

El impacto de los incendios forestales sobre los suelos provoca daños que pueden ser irreversibles, como es la erosión postincendio. También puede provocar la alteración de los recursos hídricos, favorecer inundaciones e inducir la contaminación del agua.

Este fenómeno causa un daño importante en el elemento vital sobre el que se sustentan los bosques, cultivos y, en última instancia, sobre el que nos desarrollamos los seres vivos.

Hoy en día, son muchos los incendios que se están dando a nivel mundial y que cada vez amenazan más con destruir ese recurso tan vital como lo es el suelo.

Tal como ocurre en estos momentos en California, donde al menos 19 personas han muerto y más de 4.000 estructuras han sido destruidas desde el inicio de los incendios forestales hace cuatro semanas. Varias personas han fallecido y más de 500.000 fueron evacuadas a causa del fuego en Oregon. Y más de 130.000 hectáreas han ardido en el estado de Washington. Bomberos de diferentes partes del mundo ayudan a sofocar las llamas.

Por otro lado, el considerado «pulmón del mundo» el Amazonas pierde gran cantidad bosque y por ende empobrecimiento de suelo debido a los incendios forestales.

Según informes de la Organización de las Naciones Unidas para Alimentación y la Agricultura (FAO), la naturaleza por sí sola puede tardar entre 40 y 1.000 años en formar 1 cm de espesor de suelo fértil. Su formación, es un proceso muy largo y complejo en el que intervienen numerosos factores y agentes.

Debido a la combustión se produce una pérdida importante de materia orgánica del suelo. Consecuentemente, se produce una desestabilización de los agregados, y una disgregación progresiva de los mismos. La materia sólida puede así ser eliminada del suelo por la acción erosiva del agua de lluvia o del viento.

Muchos organismos mueren por la acción del calor, lo cual supone una disminución de la actividad biológica del suelo. Esto, naturalmente, puede afectar negativamente a los ciclos biogeoquímicos de numerosos elementos que dependen del conjunto de especies de plantas, animales y otros organismos que ocupan ese área del suelo.

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