Pandemia y desigualdad en las grandes urbes latinoamericanas
Tomado de descifrandolaguerra.com
Si bien, la crisis de 2008 golpeó moderadamente a las economías latinoamericanas, estas fueron capaces de recuperar rápidamente el fuelle perdido en 2010, siendo este uno de los mejores años de su historia reciente. Esto se explica por el crecimiento del gigante asiático, China, y su necesidad de entablar lazos comerciales con los países latinos en busca de materias primas.
Estos años de bonanza y crecimiento en la región más desigual del planeta contrastan con el periodo de 2015-2019. El último lustro en América Latina y el Caribe ha resultado ser el de menor crecimiento desde la década de 1950 (un 0,4%) según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe.
El 2019 se caracterizó por ser un año de gran agitación social en varios estados como Chile o Colombia debido al estancamiento de las políticas para reducir la desigualdad unidas a un aumento del desempleo juvenil. El Banco Interamericano de Desarrollo argumenta esto en su informe “La inclusión en tiempos de COVID-19” aludiendo al descontento de las clases medias con aspiraciones de un futuro próspero a las que el paso de los años iba frustrando sus perspectivas de crecimiento.
En consecuencia, ya antes del COVID-19, el desarrollo de la región se había estancado al haber mantenido un nivel alto de gastos mientras se reducían anualmente los ingresos. Los problemas estructurales de Latinoamérica se deben a su escasa diversificación productiva y la excesiva dependencia de la exportación de materias primas, especialmente demandadas por China, que se redujo considerablemente a partir de 2013.
Los números de la recesión que ya adelantaba la CEPAL son catastróficos pues hablan de una contracción del 5,3% del PIB en 2020 y un aumento de la tasa de pobreza del 30,3% al 34,7%. Otros factores adicionales que complejizan la crisis multinivel serían la corrupción de las élites, la gran presencia de los militares en las instituciones democráticas y la expansión del crimen organizado encarnado en el narcotráfico.
El BID menciona una encuesta llevada a cabo en 17 países de la región entre el 27 de marzo y el 30 de abril. Se recopilaron datos de más de 200.000 encuestados. En las cinco semanas que transcurrieron más del 40% de los encuestados declararon haber perdido el empleo y el 30% de las empresas cerraron. El dato más destacable muestra nuevamente la desigualdad regional, ya que más del 70% de los encuestados con menos ingresos declararon que ellos o algún familiar habían perdido su empleo, sin embargo, en los encuestados de mayores ingresos esta cifra era un 20% menor.
El virus ha golpeado a todos por igual, pero no todos lo pueden enfrentar del mismo modo, las medidas de prevención y contención suponen una dificultad añadida a aquellas personas que viven al día en barrios de mayor hacinamiento como son las favelas o las comunas. Es por ello destacable el estudio de los casos de grandes urbes latinoamericanas como Bogotá, Buenos Aires, Lima o São Paulo.
Aunque en Colombia la pandemia despegó tarde, el impacto se aceleró hasta el punto en el que ya se han detectado 27.180 defunciones y 877.684 casos (hasta octubre de 2020 según la Universidad John Hopkins), concentrados la mayor parte de ellos en Bogotá. Especialmente en los estratos más bajos de la misma, los estratos 1 y 2. Estrato no es una palabra casual ya que las ciudades colombianas dividen en 6 estratos los barrios de la ciudad siguiendo unos parámetros de habitabilidad, el 1 es el más empobrecido y el 6 el más rico. Según EL PAIS, la mitad de las muertes y hospitalizaciones se concentran en el tercio de viviendas de la ciudad que pertenecen al estrato 2 y en el estrato 1 la situación es aún más alarmante. Los casos graves duplican la tasa media de la ciudad. Los motivos devienen del mayor hacinamiento en los hogares de los estratos 1 y 2, y de la mayor movilidad ciudadana ya que los ciudadanos tuvieron que seguir yendo a trabajar. El rebrote colombiano fue mucho peor tras el primer y temprano periodo de confinamiento.
En Buenos Aires el primer caso detectado el 6 de marzo lo importó una mujer recién llegada de la Lombardía en Italia. El 20 de marzo inició uno de los confinamientos más largos de América Latina, más de tres meses, que resultaron en un número de fallecimientos muy bajo en comparación a sus vecinos. Sin embargo, a partir de agosto los casos se aceleraron y, a día de hoy, es el sexto país del mundo con más casos: 840.915 y 22.226 muertes (hasta octubr de 2020, según la Universidad John Hopkins). En el área metropolitana de Buenos Aires vive un tercio de la población total de Argentina, unos 15 millones de personas, y evidentemente la propagación de ha concentrado en las áreas más pobres, las llamadas “villas miseria”, pese a que el virus se asentó en un primer momento en los barrios de altos ingresos a través de argentinos que habían viajado recientemente a Europa. En contraposición, las carencias a nivel de salubridad en las villas miseria hacen imposible cumplir adecuadamente las medidas de contención.
En Lima, capital de Perú, hay hasta un muro que separa una de las zonas más ricas de la ciudad “Las Causarinas”, del barrio de chabolas de San Juan de Miraflores. El “muro de la vergüenza” comenzó a ser construido en la década de los ochenta y se extiende por más de 10 kilómetros. En Perú el confinamiento duró más de 100 día pero, a diferencia de Argentina, ni con ello logró frenarlo en su momento. Los datos son escalofriantes teniendo en cuenta que Perú es un país de 32 millones de habitantes: 835.662 contagios y 33.099 defunciones (hasta octubre de 2020 según la Universidad John Hopkins). Los principales focos afectados pertenecen a las clases bajas pues son quienes no han podido evitar las aglomeraciones: Primero en el transporte público, entre el 25% y el 43% de los usuarios del metro de Lima dieron positivo a análisis realizados a final de mayo; segundo, en las oficinas bancarias para cobrar las subvenciones estatales; y tercero en los mercados como el mercado de frutas de Lima, donde el 80% de los vendedores estaban infectados.
São Paulo es otro ejemplo del descalabro que están sufriendo los barrios más pobres de las metrópolis latinas, en esta ciudad se detectó el 26 de febrero el primer caso de coronavirus de todo el continente durante la celebración del carnaval, un mes más tarde hubo de imponerse la cuarentena. Las restricciones nunca supusieron un confinamiento real y Brasil es ya el tercer país del mundo con más casos acumulados sumando 5.000.694 millones y de 148.228 muertes (hasta octubre de 2020 según la Universidad John Hopkins). La comparación es abismal entre el barrio de Morumbi, uno de los más caros, y el conjunto de favelas de Paraisópolis, mientras en Morumbi la densidad de población es de 4.119 habitantes por kilómetro cuadrado, en Paraisópolis la densidad es de 45.000 personas por kilómetro cuadrado.
Por si no fuera poco, Oxfam ha denunciado en su informe de julio del 2020, ¿Quién paga la cuenta?, el hecho de que han aparecido ocho nuevos magnates multimillonarios en Latinoamérica, al mismo tiempo que la recesión económica aboca a más 50 millones de personas a caer en la pobreza y el desempleo. Ya se habla de un retroceso de quince años, o incluso dos décadas, para la región.
Según Oxfam, los oligarcas de la región han visto acrecentar su patrimonio un 17% desde la aparición del coronavirus, lo que supondría unos 48.200 millones de dólares. Curiosamente el país más golpeado por el coronavirus, Brasil, es también el que más multimillonarios ha aupado. Oxfam propone gravar a las grandes fortunas ya que el tipo de efectivo que paga el 10% más rico, es de apenas el 4,7%. Además, excepto Argentina, Colombia y Uruguay, en la región no existen impuestos al patrimonio.
En el siguiente cuadro, presente en el informe ¿Quién paga la cuenta?, se leen con mayor claridad las propuestas de la ONG:
La CEPAL, en su informe sobre el impacto económico del virus en América Latina y el Caribe exhorta a tomar las siguientes medidas:
- Suministrar ininterrumpidamente bienes esenciales como alimentos, medicamentos y energía. El gasto en salud es el prioritario, especialmente en países con sistemas de salud débiles.
- Reforzar la protección social, por ejemplo, mediante transferencias de efectivo a los más vulnerables u otorgando prestaciones de desempleo, además de aplazar pagos de préstamos e hipotecas.
- La CEPAL llama a implementar un ingreso básico de emergencia para la población en situación de pobreza.
- Los bancos centrales deberán intervenir para proporcionar liquidez al sector financiero y privado no financiero.
- Diseño de nuevos instrumentos técnicos y financieros de cooperación internacional, como conceder préstamos a bajo interés o aplazar pagos de deudas.
No todos los países van a ser capaces de tomar todas las medidas recomendadas, pero la mayoría han desarrollado planes de protección social cuya efectividad está por ver en los próximos meses. Tampoco todos están siendo vapuleados de igual manera, y al parecer no todo son malas noticias: La estabilidad financiera a corto plazo parece garantizada y nadie pronostica un hundimiento total, los bancos latinoamericanos están más capitalizados que en el pasado y pueden ofrecer tipos de interés ultrabajos en medio de un planeta cuyos bonos están a cero o en negativo. Los inversores aun pueden buscar cierta rentabilidad en América Latina, aunque sea más riesgosa, ya que en el mundo capitalista desarrollado la ganancia es nula.
Ante esto cabe concluir con las advertencias del BID que remarca la necesidad de no desatender los barrios marginales y las áreas rurales. Una de cada cuatro personas en la región, viven en comunas, y un 20% en pueblos. Ellos serán los que sufran más intensamente la crisis sanitaria por lo que será fundamental proveer de infraestructuras de saneamiento básico y paquetes alimentarios a estas zonas, evitando en todo momento los desalojos. En definitiva, América Latina es el claro ejemplo de cómo la pandemia ha sacado a relucir los peores vicios del sistema capitalista, los grandes inversores quizá puedan ver un rayo de esperanza en ella, sin embargo, las PYMES lo tienen mucho más crudo y de poco les sirven los tipos de interés ultrabajo de los bancos.