Las olas de calor y el espacio baldío: una oportunidad para la revitalización urbana

Foto: La Estrella de Panamá. El informe del Panel Intergubernamental para el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés), advierte que una de las consecuencias del cambio climático será un aumento en las temperaturas globales, lo que ocasionará que el mundo se enfrente a días y noches calurosas y olas de calor con mayor frecuencia.

Fuente: La Estrella de Panamá

El informe del Panel Intergubernamental para el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés), advierte que una de las consecuencias del cambio climático será un aumento en las temperaturas globales, lo que ocasionará que el mundo se enfrente a días y noches calurosas y olas de calor con mayor frecuencia.

Las olas de calor son un peligro para la salud porque retardan la evaporación del sudor, que enfría el cuerpo humano. La temperatura sostenida de la piel por encima de 35º C debido a las olas de calor eleva la temperatura corporal central, causando cansancio, náuseas, dolor corporal, lo que puede representar una seria amenaza para todos los individuos, no necesariamente los viejos, enfermos y pobres.

El impacto de estas olas de calor se hace más severo en las áreas urbanas debido al efecto de las ‘islas de calor urbano’, lugares en los que la existencia de amplias zonas construidas ocasiona que se absorba más calor durante el día y que este sea liberado más lentamente durante la noche.

Factores como la falta de vegetación y el uso de materiales como el asfalto, tienen una enorme influencia para que ocurra este efecto de aumento de las temperaturas en áreas urbanas.

Las olas de calor y el espacio baldío: una oportunidad para la revitalización urbana
El corregimiento de Calidonia es una de las zonas que tiene la mayor superficie de espacio baldío o subutilizado, incluyendo lotes sobre la avenida Balboa, en el sector de El Marañón y en Perejil.

La alianza C40 Ciudades, que aglutina 97 ciudades alrededor del mundo enfocadas en desarrollar proyectos contra el cambio climático, describe algunas de las estrategias propuestas para lograr una efectiva adaptación de las ciudades ante el aumento en la frecuencia e intensidad de las olas de calor. Estas estrategias incluyen pintar techos y pavimentos con colores claros y reflectivos, con el fin de reducir el calor absorbido por estas superficies, pero, sobre todo, el uso de la vegetación como elemento para reducir las temperaturas en la ciudad.

Todas estas estrategias tienen como base la creación y mejoramiento del espacio público para que sirva como áreas de ‘enfriamiento’ durante las olas de calor, especialmente para las poblaciones más vulnerables, cuyas condiciones de vivienda no les permiten tener una adecuada ventilación o el uso de aires acondicionados.

El espacio baldío y una estrategia para la adaptación

Un análisis sobre la situación del espacio público en los corregimientos del centro urbano –sin incluir el espacio público existente en la cinta costera– permite identificar que solo el 2,3% (13,19 hectáreas) de la superficie de esta parte de la ciudad está siendo utilizada como espacio público recreativo. Esto nos da como resultado que la relación entre espacio público por habitante sea de 1,3 metros cuadrados para el conjunto del centro urbano. Valor que solo representa el 10% de lo recomendado por la Organización Mundial de la Salud (OMS), que señala que las ciudades deben proveer de al menos entre 9 a 11 metros cuadrados de espacio verde por habitante.

Las olas de calor y el espacio baldío: una oportunidad para la revitalización urbana
En una ciudad que se ha expandido casi 19 mil hectáreas en los últimos 30 años, se hace urgente definir una estrategia que contenga este crecimiento desperdigado y devuelva la población al centro urbano.

Las diferencias son notables al mirar los corregimientos. Así por ejemplo, San Felipe sería el que tendría la mayor proporción con 4,51 metros cuadrados por habitante, mientras que Santa Ana contaría con poco más de medio metro cuadrado por habitante.

Esta relación está sujeta tanto a condicionantes como que San Felipe, por su evolución histórica, tiene más plazas y espacio abierto disponible y menor población, que Santa Ana, que resulta ser un barrio más populoso y con menos dotación de este tipo de espacios.

Todo este sector del centro urbano tiene décadas sin que se construyan nuevos espacios públicos recreativos a lo interno de su tejido. Entonces, ¿cómo hacer para cambiar este déficit de espacios públicos y generar la infraestructura verde necesaria para la adaptación al cambio climático? Utilizando el espacio disponible, y que, en muchas ocasiones, lleva décadas de no ser utilizado.

Una revisión realizada utilizando sistemas de información geográfica e imágenes disponibles en Google Maps, permite identificar que cerca del 6,22% (35,43 hectáreas) del centro urbano se encuentra sin construir. Son espacios en su mayor parte, baldíos. Calidonia (9,5%) y Santa Ana (8,4%) serían los corregimientos con la mayor proporción de espacios sin utilizar, mientras que Bella Vista (4,8%) sería el que menos lotes baldíos o subutilizados tendría.

Son espacios de alto valor por su localización central. Existen casos excepcionales como lotes ubicados al final de la avenida Balboa (2,8 hectáreas) o el lote donde se encontraba el colegio Javier (2,7 hectáreas) que en ambos casos tienen mayor superficie que el parque Urracá (2,3 hectáreas). La propiedad en donde se encuentra el Museo Antropológico Reina Torres de Araúz (1,4 hectárea) y que en la actualidad se encuentra subutilizado, es otro caso llamativo de esta situación de abandono que sufre el centro de la ciudad. En áreas como Bella Vista y la avenida Balboa, donde el metro cuadrado de un apartamento se encuentra por encima de los $2 mil, el espacio vacante es todo un lujo para la ciudad.

En estos espacios la ciudad debe crear y desarrollar esquemas de inversión inmobiliaria que permitan poner en uso estas propiedades, a través de la construcción de proyectos de vivienda –que incluyan soluciones asequibles– en conjunto con espacios verdes urbanos.

Las ciudades necesitan buscar mecanismos para proyectos que sirvan de modelo para impulsar la idea de la adaptación y la sostenibilidad como algo posible y deseable.

La expansión urbana desmesurada es uno de los principales retos de sostenibilidad para la ciudad de Panamá. Entre 1990 y 2020 la población de la ciudad de Panamá se incrementó en 890 mil habitantes, mientras su huella urbana se expandió durante el mismo período en 19 mil hectáreas. Esta expansión acelerada ha generado una ciudad dispersa y de bajas densidades, la cual pasó de 62 habitantes por hectárea en 1990 a 55 habitantes por hectárea en 2020.

Estos datos reflejan una paradoja en una ciudad que todavía tiene buena parte de su centro urbano subutilizado o sin construir. Sobre todo, si pensamos en que las proyecciones de población para 2035 indican que los corregimientos que conforman el centro de ciudad de Panamá –San Felipe, El Chorrillo, Santa Ana, Curundú, Calidonia y Bella Vista– apenas tendrán un incremento de 21 mil habitantes. Se requiere implementar estrategias integrales que aborden tanto la contención de la expansión urbana, el repoblamiento y revitalización del centro urbano, así como la dotación de espacios verdes que contribuyan a mitigar los impactos del cambio climático.

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